Gabriela Balarezo R. Redactora
17:28
Jueves 06/02/2014
Dos carros se asoman por la curva de un sinuoso camino que comunica
Nayón con
Cumbayá, en
Quito. Junto a la calle tres perros, con sus respectivas correas, y un joven de no más de 20 años esperan para cruzar. Los conductores de los autos frenan un poco al pasar la curva y de inmediato aceleran. Sin moros a la vista, los canes pasan al otro lado de la acera. Rasgando el silencio solo se escuchan sus característicos jadeos de cansancio.
La jornada para esos tres perros y otros doce más que viven en ese sector de los alrededores de Quito, empieza- los lunes, miércoles y viernes- a aproximadamente las 07:00. A partir de esa hora, Rober Ayala, entrenador y paseador de perros recoge primero a Claus, un pastor alemán de frondosas lanas.
Con el paso de los minutos el número de correas en las manos de Rober aumenta. Las mascotas, una por una, abandonan sus hogares, para salir por algo más de un par de horas de la rutina del patio trasero.
Rober trabaja para el Club de Adiestramiento Canino K-Fir y desde hace cuatro años se dedica a entrenar y pasear perros. Junto con él trabajan Fabián López, el dueño del negocio y otro compañero. Entre los tres mantienen entretenidos al grupo de aproximadamente 15 canes que participan en las caminatas, tres veces a la semana, en la zona.
Cuando faltan algunos minutos para las 08:00 Rober se acerca a la morada de Urco, Mandy y Gaya, tres pastores alemanes llenos de energía. Los animosos ladridos resuenan segundos antes de que el paseador aparezca en el rango de visión de los animales. “Siempre me reciben así, porque ya saben que los voy a sacar a jugar”.
Además del paseo, Rober, Fabián y su compañero se aseguran de que todos los canes participantes tengan un momento de recreación. Para hacer esto posible los reúnen a todos en un terreno amplio, rodeado de árboles y vegetación, y los sueltan (en grupos de cuatro), para que corran libremente.
A las 08:30 todos los perros están reunidos en el espacio abierto, sus correas están atadas a troncos o palos de madera.
Jimmy, un labrador negro de 14 años está inquieto. Persigue en círculos a una mosca que sin éxito intenta posarse en su lomo. Este can veterano es el primero en ser liberado. Y aunque el perro podría simplemente correr despavorido y burlar los límites del terreno, no lo hace. Sabe, porque Rober se lo ha enseñado, que no debe ir muy lejos.
Lo que más le gusta al viejo labrador es jugar con la pelota. Antes de soltar a los otros compañeros de Jimmy, Rober toma una desgastada pelota de tenis y la lanza. Jimmy no duda, sigue sus instintos y va tras ella.
El área de recreación de los perros es un amplio lote deshabitado, cubierto de hierba crecida y un buen número de eucaliptos. La superficie es irregular, hay subidas, bajadas, montículos…
Cuando el compañero de Rober suelta a los otros tres canes, Urco, Mandy y Claus, el verdadero juego comienza: emocionados se abalanzan sobre la pelota que Jimmy mordisquea con gusto.
Claus y Mandy toman muy en serio el juego, sin embargo Urco, que es el líder de la manada, por ser el primero de la zona que empezó con los paseos, prefiere explorar. Se aleja del resto, husmea, olisquea, a paso lento recorre la parte baja del terreno y de vez en cuando se entremezcla en los matorrales.
El tiempo dedicado al esparcimiento llega a su fin marcada por la voz de mando- fuerte y al mismo tiempo apacible- de Rober. Los cuatro perros vuelven a sus lugares para que otro grupo de cuatro tenga la oportunidad de soltar sus energías por 20 minutos.
En un día normal, cuando están el paseador, su jefe y su compañero, después del período de juego viene el lapso de instrucción. ‘Sit’ (sentarse), ‘splatz’ (echarse) y ‘down’ son algunas de las órdenes que estos peludos animales deben seguir y demostrar que las lecciones pasadas no han sido en vano.
Finalmente llega la hora del anhelado paseo. Son aproximadamente las 09:30 y el sol resplandece, acalora, quema. Pero eso es irrelevante para los canes que presurosos emprenden el viaje de descenso por el accidentado lote.
Cada paseador acostumbra a llevar a cuatro o cinco perros, no más, por seguridad. Con Rober van Gaya, Cripto- un simpático dálmata-, un labrador negro de cuatro meses llamado Gastón y el pequeño, Coñac, un adorable shitzu negro. Los demás se quedan a cargo de su compañero.
Aunque cuatro canes a cargo de un humano podría ser sinónimo de caos, no es el caso de este
hábil paseador. Sin resistirse, las mascotas siguen atentas los pasos de Rober, caminan todos juntos, moviendo la cola y con la lengua afuera. Una escena armoniosa.
Después de abandonar el terreno, la ruta continúa por la calle adoquinada que paseador y perros deben compartir con los autos, debido a la ausencia de veredas. Los vehículos respetan el espacio de las mascotas y su guía y viceversa.
La caminata no se interrumpe ni por la presencia de perros callejeros que curiosos se acercan ladrando y tratando de provocar a sus compañeros de especie. Ni Gaya, ni Coñac, ni Cripto, tampoco Gastón se inmutan. Prosiguen sin responder a la provocación. Lo único que quieren, en palabras de Rober, es disfrutar de su excursión.
Media hora después y con el sol sumando grados a la temperatura del ambiente, los tres canes están de regreso en el punto de recreación. Antes, Rober dejó al neófito paseador Gastón en su casa y el dálmata aprovechó para levantar una, dos, tres, cuatro veces la pata y marcar su territorio.
La jornada de diversión está a punto de concluir. Rober conduce a algunos de los canes otra vez afuera del terreno. Al llegar a la vía emprenden el ‘viaje’ de regreso a casa, que es también el último paseo del día.
Consejos para el momento del paseo
- Se recomienda, por seguridad, que una persona no salga con más de cinco perros al mismo tiempo.
- Es útil llevar fundas de plástico para recoger los desechos que pudiera dejar la mascota en el camino.
- Es bueno para el animal que al momento de pasear se rodee de otros de su especie, así recibe energías diferentes a las que está acostumbrado al convivir con humanos.
- Algunos perros tienen la nariz sensible por lo que es necesario colocarles protector solar antes de salgan de la casa.
- La concentración del paseador es clave a la hora de sacar de caminata a los canes. Ante todo debe mantenerse calmado y dejar de lado cualquier emoción negativa.
Fuente:
Diario El Comercio